Martessence es un proyecto de Marte para Ciutat Vella Oberta
La Ontología de la imagen fotográfica es un ensayo incluido en Problèmes de la peinture (1945). Con este título André Bazin cuestionaba la definición de una imagen fotográfica: ¿qué es y cómo describirla? ¿Cuál es su contexto histórico? ¿Podemos conceptualizar la creación de una imagen o una representación de un objeto o una persona a través de un aparato mecánico? El autor también se refería a la ontología como esencia, de ahí el título del proyecto: la imagen fotográfica es la quintaesencia de la realidad ya que captura su esencia en una forma pura e indivisible. En su ensayo, Bazin abogaba por el auge de la fotografía como un evento crucial en la historia de las artes porque al lograr reproducir la realidad, la imagen fotográfica activaba los modos clásicos de representación para ganar autonomía estética.
Cuestionemos esta última afirmación. La versión original, el objeto, siempre ha estado eclipsando su representación, la imagen del objeto. Las artes plásticas han buscado la semejanza a través falsedad, la creación de un mundo ideal en la imitación de lo real, la intención de preservar un sujeto u objeto de una muerte espiritual, de la desaparición y el olvido. La fotografía frenó el anhelo de las artes y el realismo, liberó a la plástica del complejo de lo parecido, el arte renunció a la mimesis y buscó abarcar la estética y el simbolismo en lugar de la representación.
Pero no lo hizo para sustituir ese anhelo de realidad.
Martessence es prueba de ello. No es cierto que en la fotografía, entre el objeto de origen y su reproducción, sólo intervenga la instrumentalidad de un agente no vivo. No es cierto que en contra de la intervención creadora del hombre, el objetivo de la cámara capte y reproduzca el mundo directamente y de forma automática, como si el fotógrafo no dejara su huella, la expresión de su subjetividad.
La imagen fotográfica actúa contra la propia corrupción del tiempo, lo embalsama antes de que sea demasiado tarde, y eso no puede hacerse sin la ilusión que crea el artista. Es cierto que las fotografías nos traen ADN del mundo como fósiles de la realidad, pero son siempre una interpretación, un sustituto de ella, una especie de desprendimiento de la piel de una realidad palpable.
La fotografía es materia orgánica, habla por sí misma como parte de la realidad, y es una segunda naturaleza de la misma, porque participa de la realidad que representa, se apodera de la esencia, el núcleo, la sustancia original del objeto representado, siempre bajo el prisma subjetivo del creador.
Después de todo, la imagen fotográfica logra crear otra realidad. El hombre no es tan ausente en el proceso de fotografiar como se ha dicho, juega un papel en la intención, en la necesidad inconsciente de calcomanía o transferencia, así como en la acción.
En 1945, Bazin carecía de retrospectiva para reevaluar las virtudes de la modernidad. Su confianza ciega en lo que salía de una máquina y su entusiasmo y verdadero afecto por la imagen fotográfica son parte de un discurso utópico. Sin embargo Bazin admitió la “essence” de este proyecto: la ambigüedad de la realidad, la capacidad para crear un efecto en nuestra imaginación, una alucinación que es también un hecho, una nueva realidad paralela.
Para ilustrar esta reflexión Martessence plantea exponer una selección de fotografías de artistas contemporáneos cuyos objetivos giren en torno a tomar objetos de la realidad y crear con ellos (con mayor o menor aparato transformativo) una nueva manera de ver e interpretar las cosas, una nueva realidad, un mundo paralelo.
Martessence contará con obra de Laura León, Arturo Comas, Rodrigo Rodrich, Antonio Barroso, Abel Robino, José Ferrer, Laura Avinent, Ignacio Beltrán, Mari Carmen Vidal, Bocángelus y Abel Azcona.