La fotógrafa zaragozana Cecilia de Val exhibió del 3 de mayo al 2 de junio en Les Aules su proyecto El Monte Perdido, un trabajo de fotografía experimental que parte del origen líquido de esta montaña de los Pirineos.

¿De dónde surge tu proyecto El Monte Perdido?

Surge de una reflexión sobre la fotografía digital. La evolución tan rápida que ha sufrido la fotografía a partir de la revolución digital con su masificación y flujo imparable provocó en mí la necesidad de parar y reflexionar sobre ésta y sobre el sentido de fotografiar y qué fotografiar.

La fotografía ha cambiado de estado y ha pasado de ser algo sólido y objetual a tener un carácter «líquido» y desmaterializarse. A partir de esta idea surge el proyecto El Monte Perdido con la intención de reflexionar sobre la fotografía “líquida» (mutable, distribuida, compartida, y ubicua) en la era digital. Cuando en el año 1802 el geólogo francés Ramond de Carbonnières conquistó la cumbre del Monte Perdido en los Pirineos, su investigación se centraba en el origen de éste, calcáreo o granítico, pero cuando lo descubrió encontró múltiples fósiles marinos: su origen era sedimento marino, tenía un origen líquido. El trabajo plantea así una analogía entre el Monte Perdido y la imagen fotográfica actual.

¿Cómo descubriste la historia de los hallazgos de Ramond de Carbonnieres? ¿Por qué te interesaste por la historia del Monte Perdido?

Soy aragonesa y además me encanta la montaña, hace años descubrí este paraje, el Monte Perdido y el valle de Ordesa y me enamoré del lugar, como dice Borges «Ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético». Sin duda, el Monte Perdido es uno de esos lugares que quiere o está por decirnos algo.

¿A qué te refieres con el concepto de «fotografía líquida»?

La fotografía líquida es la fotografía digital de calidad pobre normalmente y que hacemos, vemos, compartimos, modificamos, que fluye sin parar y que se ha desmaterializado.

En El Monte Perdido utilizas una técnica de fotografía experimental que denominas “desrevelado”. ¿En qué consiste este proceso?

Es un proceso experimental a través del cual consigo obtener la imagen fotográfica en estado líquido. Primero revelo-imprimo las fotografías en un fino papel fotográfico de poliéster, a continuación, las sumerjo en un recipiente con agua mezclada con unas gotas de ácido acético a una temperatura de entre 3 y 5 grados centígrados y por último son cuidadosamente extraídas del recipiente. La tinta que compone la imagen en el papel de poliéster, sometida a este concreto proceso, se desprende de él de una manera gradual para disolverse en el líquido total o solo fragmentariamente y dejar el papel intacto como en una suerte de proceso inverso de revelado o «cambio de estado» de la imagen.

Este trabajo supone un giro con respecto a tu producción artística anterior. ¿Por qué se ha dado esta evolución en tu obra hacia el minimalismo y la abstracción?

Las derivas de la fotografía con la revolución tecnológica, el surgimiento de las redes sociales y la superabundancia y flujo de imágenes que éstas han provocado han dirigido mis intereses hacia otros cuestionamientos en torno a la imagen y la representación.

¿Tienes pensado que tus próximos trabajos continúen la línea experimental iniciada con El Monte Perdido?

Estoy trabajando en varios proyectos que siguen la línea del Monte Perdido, supongo que el proyecto del Monte Perdido es un proyecto infinito pues es el fruto de una actitud en la que «des-revelo» fotografías como resistencia ante la superabundancia de éstas.