Heridas, fronteras, utopías…

Una exposición de Joan Callergues

Ciclo Metáforas sinestésicas.

Espacio Cultural Abierto Las Aulas. Diputación de Castellón.

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http://www.callergues.com

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Marte Modern Art Experiences comisaría la temporada de ECO Les Aules dedicada a las experiencias sinestésicas, iniciando el ciclo con una exposición de Joan Callergues que plantea un problema que parece ser crucial en analizar no sólo cómo producimos los objetos que significan (prácticas significantes), sino también como los interpretamos.

Al leer un poema, el lector puede revivir no sólo imágenes visuales, sonoras, sino también táctiles y, en conjunto, sentir una sacudida corporal. Lo mismo sucede cuando se escucha música: las sensaciones no son sólo auditivas, sino que involucran al cuerpo entero. Con esta muestra se puede sentir lo mismo con la plástica. Más que entender las dinámicas del cuerpo vivo a partir de los sentidos diferenciados y separados, la exposición es una visión integral, háptica, que consiste en considerar la integración de los procesos sensoriales, perceptivos, neuronales y cognitivos que produce el arte. Callergues nos insta a ir más allá, traspasar la envoltura y el cuerpo interno para llegar a la carne, a la materia viva, sensible y dinámica de la sensomotricidad, a la masa palpitante, al centro de la sensación.

Heridas

¿Puede una obra de arte hacernos sentir el miedo, el dolor? ¿Puede impulsarnos hacia la superación, la solidaridad y la comprensión? ¿Puede el arte ayudar a cicatrizar esa herida que como sociedad tenemos abierta?

El tiempo que pasa, la vida normal y corriente, nos trata como soldados heridos tras un largo período de guerra, donde la vuelta a casa no es nada fácil. Respirar contando los minutos pensando que pueden ser los últimos y volver a vivir y no sobrevivir. La forma de ver el mundo, el valor de las cosas que hay a nuestro alrededor, las nuevas heridas y cicatrices, tanto las literales como las figuradas… todo cambia de forma constante. Todo gira.

Somos la herida, decía Aute en una canción. Esa palabra que tanto cuesta pronunciar: la herida. Esa que, al fin y al cabo, supone un orgullo. Esa, es la que nos muestra Joan Callergues. Sí, una herida de dolor que significa que nuevos tiempos se acercan. Una herida de dolor que representa nuestra lucha vencida. Una herida de dolor que, como dice el antiguo arte japonés Kintsukuroi, muestra nuestra mayor fortaleza.

Y es que las cicatrices imborrables de algo roto y reconstruido (como parecen muchas de las obras de Callergues) son un símbolo de fragilidad y a la vez de fortaleza. Y de belleza. Porque el arte de mostrar las heridas es la mejor actitud ante la vida.

Nunca ocultes tus cicatrices.

Entre la afanosa multitud de metáforas que relacionamos con la vida, la de la cicatriz es una que nos atañe a todos. El mundo se encarga de rompernos, de llenarnos de fisuras, y es allí donde Joan Callergues encuentra un crisol de posibilidades, donde ve en la herida una ocasión para enfrentarnos al mundo. El poeta persa Rumi decía que «la herida es el lugar por donde entra la luz».

En la concepción filosófica de esta exposición hay algo casi diametralmente opuesto a la manera occidental de ver la fractura, tanto anímica como material. En lugar de que el herido deje de servir y sea rechazado, su función se transforma en un mensaje activo. La herida pasa de ser una cosa a ser un gesto gráfico que nos incita a emular su poderosa transformación, y, metafóricamente, pasa de ser un trazo de oscuridad a ser una ventana de luz.

Joan Callergues manifiesta la necesidad de plasmar el carácter tangible de esta herida en un objeto, a fin de crear un símbolo que despierte la conciencia del público ante la oportunidad de coserla y volverla cicatriz.

Fronteras

Pero no nos quedemos aquí, busquemos la causa de alguna de estas heridas. Callergues la encuentra en la frontera, interna, externa, como concepto y como conflicto.

El análisis y el estudio de la influencia del concepto de frontera en la producción artística contemporánea es complejo. A través de la frontera se genera el apelativo territorial de local y extranjero. Se trata, entonces, de una representación territorial imaginaria.

Las interacciones son las que definen el concepto de Tierra, pero al mismo tiempo es donde se proyectan las divisiones. Si el arte en la contemporaneidad se fundamenta en las relaciones humanas (desde los fundamentos de la estética relacional), podríamos decir que las fronteras son una ruptura más de la interacción en estas relaciones: En muchos casos reafirman e intensifican unas relaciones asimétricas a través de una globalización unidireccional que acentúa la exclusión y el conflicto. Sin embargo, también las fronteras se han convertido en un detonante generador de acciones que responden a esa imposibilidad de relacionarse, de intercambiar, de contactar, de crear.

Las creaciones de Callergues son filtraciones fronterizas, intersticios físicos divisorios, arte entre los muros y entre los bloqueos ideológicos. Más que una grieta directa, un corte, un espacio entre «nosotros» y los «otros», las piezas que se muestran evidencian una rotura, una fisura a nuestro alrededor, que nosotros mismos vamos profundizando.

¿Nos da miedo? ¿Tenemos miedo de los otros que viven más allá de la frontera? ¿Tenemos miedo de nosotros mismos y por eso creamos fronteras que nos libran de sufrir la herida? El miedo no habita fuera de nosotros, es la manera específica de cómo respondemos al peligro, el miedo es un sentimiento que ha acompañado al ser humano desde su origen. No sólo cada individuo, sino también las colectividades y civilizaciones están embarcadas en un diálogo permanente con el miedo.

En las regiones fronterizas el miedo se transforma, pero si nos atrevemos a pasear, a traspasar, la frontera se ve como una construcción metafórica y a la vez tangible, como un lugar de investigación, una latitud generadora de cultura. En este territorio es donde habitan los detonantes de la creación, las derivas, los recorridos. Es un espacio de experimentación en sí mismo, un hábitat con una carga simbólica e histórica identitaria.

Utopías

El paso siguiente es hablar de la utopía. Generalmente el término es considerado como sinónimo de fantástico, de aquello meramente imaginario, inexistente, irreal o inalcanzable. En la obra de Callergues, la utopía es necesaria para sobrevolar (con nuestras alas) las fronteras, superarlas y curar las heridas, aunque el propio deseo irrealizable abra otras sobre las antiguas cicatrices, como si la vida fuera un ouroboros. Hablar de Utopía es hablar de un territorio que pertenece a los sueños, a la esperanza y los deseos. En la exposición se crea un espacio donde estos sustantivos conviven con razonable tolerancia entre sí.

La misma necesidad de la expresión artística se presenta como un deseo, estimulado de muchas maneras por el mundo exterior. Hay un imaginario de naturaleza social, fuente de deseos, que provoca en el artista un inconformismo tal con este imaginario que pasa a desear, aunque sea de manera subconsciente, un cambio. Está claro, que el proceso de la formación de este deseo, implica un proceso mucho más complejo, capaz de conducir a la estructuración de un proyecto como éste, que, en función de una articulación entre el sentir del individuo y la sociedad como un todo, funciona como un detonante para el origen de una utopía particular.

En su elaboración, las utopías de Callergues, de una manera o de otra, practican una denuncia, elaboran un diagnóstico y diseñan una propuesta. Desde la perspectiva de su estudio analítico, la utopía también ejerce un poder sobre el carácter individual, en la medida que el no lugar al que hacen referencia, remite a un lugar en la interioridad del espectador.

En la contemporaneidad, cada vez más, el concepto de utopía aplica al espacio individual, el espacio de la yo-topía. El artista, al descubrirse como un creador de algo, que necesariamente termina por pertenecer al orden de la colectividad exponiéndose, se percibe como un significante, en la medida en que es capaz de comprender las implicaciones de su autor y del producto de lo que identifica como arte, una vez asimilado por el mundo cultural como elemento simbólico. Esta comprensión implica una actitud, un colocarse delante de un determinado contexto, donde la condición mínima es posicionarse en una actitud crítica y compleja.

En términos sociales, a pesar del origen individual de toda utopía, ésta es inicialmente una crítica a una situación vivida, presente, contestada, que se vuelve universal. Es el deseo secreto de Tomas Moro, anteponer una realidad ante otra realidad no aceptada. La intuición de este otro lugar, del lugar como deben ser las cosas, o como deseamos que sean, es una intuición sólo posible a través del imaginario.

Es decir, las utopías de Callergues son la manifestación de una energía que canaliza posibilidades en el orden simbólico por medio de una voluntad individual que muchas veces se transforma en una voluntad colectiva. Es la energía propia del artista, del soñador, del revolucionario. Pero está presente también de manera implícita en nuestro comportamiento cotidiano, lo que acaba por provocar sentimientos de empatía. La obra de Joan Callergues parece proponerse la apropiación de esta energía para convertirla en un instrumento de transformación reflexiva, mediador, objetivo y modificador, tanto en términos individuales como colectivos, retomando así lo que parecía ser una meritoria operación de la ficción y re-descubriendo la coherencia íntima de la utopía.

Claire Bishop, en una conferencia ofrecida en 2006 en la Tate Modern a propósito de las utopías, declaraba que en el arte de los noventa del siglo pasado había existido un desplazamiento del concepto de utopía, en lugar de buscar grandes utopías, se trataba de crear «Microtopías» que incidieran en ámbitos más cercanos. Claire Bishop hacía una crítica interesante a esta noción, pues advertía que las «Microtopías» podían convertirse en una visión conformista del mundo, una visión muy de la mano de la postmodernidad, ya que las personas en lugar de buscar cambiar el mundo podrían contentarse con realizar pequeños cambios en su entorno más cercano. Lejos de esta visión, estas obras intentan crear un espacio de reflexión e intercambio, de poner sobre la mesa el tema de las utopías rescatando su valor crítico, de abrir nuevos territorios a través de la configuración y el intercambio de ideas.

Cuando pensamos que todo está dado, no hacemos nada para cambiar y por lo tanto, nada cambia. Al renunciar a la utopía, renunciamos a toda posibilidad de ser diferentes.

Ferides, fronteres, utopies…

Una exposició de Joan Callergues

Cicle Metàfores sinestèsiques.

Espai Cultural Obert Les Aules. Diputació de Castelló.

Marte Modern Art Experiences comissaria la temporada d’ECO Les aules dedicada a les experiències sinestèsiques, iniciant el cicle amb una exposició de Joan Callergues que planteja un problema que sembla ser crucial en analitzar no només com produïm els objectes que signifiquen (pràctiques significants), sinó també com els interpretem. En llegir un poema, el lector pot reviure no només imatges visuals, sonores, sinó també tàctils i, en conjunt, sentir una sacsejada corporal. El mateix succeeix quan s’escolta música: les sensacions no són només auditives, sinó que involucren al cos sencer. Amb aquesta mostra es pot sentir el mateix amb la plàstica. Més que entendre les dinàmiques del cos viu a partir dels sentits diferenciats i separats, l’exposició és una visió integral, hàptica, que consisteix en considerar la integració dels processos sensorials, perceptius, neuronals i cognitius que produeix l’art. Callergues ens insta a anar més enllà, traspassar l’embolcall i el cos intern per arribar a la carn, a la matèria viva, sensible i dinàmica de la sensomotricitat, a la massa palpitant, al centre de la sensació.

Ferides

Pot una obra d’art fer-nos sentir la por, el dolor? Pot impulsar-nos cap a la superació, la solidaritat i la comprensió? Pot l’art ajudar a cicatritzar aquesta ferida que com a societat tenim oberta?

El temps que passa, la vida normal i corrent, ens tracta com soldats ferits després d’un llarg període de guerra, on la tornada a casa no és gens fàcil. Respirar comptant els minuts pensant que poden ser els últims i tornar a viure i no sobreviure. La forma de veure el món, el valor de les coses que hi ha al nostre voltant, les noves ferides i cicatrius, tant les literals com les figurades… tot canvia de forma constant. Tot gira.

Som la ferida, deia Aute en una cançò. Aquesta paraula que tant costa pronunciar: la ferida. Aquesta que, al cap i a la fi, suposa un orgull. Aquesta, és la que ens mostra Joan Callergues. Sí, una ferida de dolor que significa que nous temps s’acosten. Una ferida de dolor que representa la nostra lluita vençuda. Una ferida de dolor que, com diu l’antic art japonès Kintsukuroi, mostra la nostra major fortalesa.

I és que les cicatrius inesborrables d’una cosa trencada i reconstruïda (com semblen moltes de les obres de Callergues) són un símbol de fragilitat i alhora de fortalesa. I de bellesa. Perquè l’art de mostrar les ferides és la millor actitud davant la vida.

Mai ocultes les teues cicatrius.

Entre la afanyosa multitud de metàfores que relacionem amb la vida, la de la cicatriu és una que ens pertoca a tots. El món s’encarrega de trencar-nos, d’omplir-nos de fissures, i és allà on Joan Callergues troba un gresol de possibilitats, on veu en la ferida una ocasió per enfrontar-nos al món. El poeta persa Rumi deia que «la ferida és el lloc per on entra la llum».

En la concepció filosòfica d’aquesta exposició hi ha alguna cosa gairebé diametralment oposada a la manera occidental de veure la fractura, tant anímica com a material. En lloc que el ferit deixi de servir i sigui rebutjat, la seva funció es transforma en un missatge actiu. La ferida passa de ser una cosa a ser un gest gràfic que ens incita a emular la seva poderosa transformació, i, metafòricament, passa de ser un traç de foscor a ser una finestra de llum.

Joan Callergues manifesta la necessitat de plasmar el caràcter tangible d’aquesta ferida en un objecte, per tal de crear un símbol que desperti la consciència del públic davant l’oportunitat de cosir-la i tornar-la cicatriu.

Fronteres

Però no ens quedem aquí, busquem la causa d’alguna d’aquestes ferides. Callergues la troba a la frontera, interna, externa, com a concepte i com a conflicte.

L’anàlisi i l’estudi de la influència del concepte de frontera en la producció artística contemporània és complexe. A través de la frontera es genera el concepte territorial de local i estranger. És llavors una representació territorial imaginaria.

Les interaccions són les que defineixen el concepte de Terra, però al mateix temps és on es projecten les divisions. Si l’art en la contemporaneïtat es fonamenta en les relacions humanes (des dels fonaments de l’estètica relacional), podríem dir que les fronteres són llavors una ruptura més per a la interacció en aquestes, en molts casos reafirmen i intensifiquen les relacions asimètriques a través d’una globalització unidireccional que accentua l’exclusió i el conflicte. No obstant això, també les fronteres s’han convertit en un detonant generador de accions que responen a aquesta impossibilitat de relacionar, d’intercanviar, de contactar, de crear.

Les creacions de Callergues són filtracions frontereres, intersticis físics divisoris, art entre els murs i entre els bloquejos ideològics. Més que una esquerda directa, un tall, un espai entre “nosaltres” i els «altres», les peces que es mostren evidencien un trencament, una fissura al nostre voltant, que nosaltres mateix anem aprofundint.

Ens fa por? Tenim por dels altres que viuen més enllà de la frontera? Tenim por de nosaltres mateix i per això creem fronteres que ens lliuren de patir la ferida? La por no habita fora de nosaltres, és la manera específica de com responem al perill, la por és un sentiment que ha acompanyat l’ésser humà des del seu origen. No només cada individu, sinó també les col·lectivitats i civilitzacions estan embarcades en un diàleg permanent amb la por.

A les regions frontereres la por es transforma, però si ens atrevim a pasejar, a traspassar, la frontera es veu com una construcció metafòrica i alhora tangible, com a lloc de recerca, una latitud generadora de cultura. En aquest territori és on habiten els detonants de la creació, les derives, els recorreguts. És un espai d’experimentació en si mateix, un hàbitat amb una càrrega simbòlica i històrica identitària.

Utopies

El pas següent és parlar de la utopia. Generalment el terme és considerat com a sinònim de fantàstic, d’alló merament imaginari, inexistent, irreal o inabastable. En l’obra de Callergues, la utopia és necessària per sobrevolar (amb les nostres ales) les fronteres, superar-les i curar les ferides, encara que el propi desig irrealitzable obri altres sobre les antigues cicatrius, com si la vida fos un ouroboros. Parlar d’Utopia és parlar d’un territori que pertany als somnis, a l’esperança i als desitjos. A l’exposició es crea un espai on aquests substantius conviuen amb raonable tolerància entre si.


La mateixa necessitat de l’expressió artística es presenta com un desig, estimulat de moltes maneres pel món exterior. Hi ha un imaginari de naturalesa social, font de desitjos, que provoca en l’artista un inconformisme tal amb aquest imaginari que passa a desitjar, encara que sigui de manera subconscient, un canvi. És clar, que el procés de la formació d’aquest desig, implica un procés molt més complex, capaç de conduir a l’estructuració d’un projecte com aquest, que, en funció d’una articulació entre el sentir de l’individu i la societat com un tot, funciona com un detonant per a l’origen d’una utopia particular.


En la seva elaboració, les utopies de Callergues, d’una manera o d’una altra, practiquen una denúncia, elaboren un diagnòstic i dissenyen una proposta. Des de la perspectiva del seu estudi analític, la utopia també exerceix un poder sobre el caràcter individual, en la mesura que el no lloc al que fan referència, remet a un lloc en la interioritat de l’espectador.


A la contemporaneïtat, cada vegada més, el concepte d’utopia s’aplica a l’espai individual, l’espai de la jo-topia. L’artista, en descobrir-se com un creador d’alguna cosa, que necessàriament acaba per pertànyer a l’ordre de la col·lectivitat exposant-se, es percep com un significant, en la mesura que és capaç de comprendre les implicacions del seu acte i del producte d’allò que identifica com a art, un cop assimilat pel món cultural com a element simbòlic. Aquesta comprensió implica una actitud, un col·locar-se davant d’un determinat context, on la condició mínima és posicionar-se en una actitud crítica i complexa.


En termes socials, malgrat l’origen individual de tota utopia, aquesta és inicialment una crítica a una situació viscuda, present, contestada, que es torna universal. És el desig secret de Tomas Moro, anteposar una realitat davant una altra realitat no acceptada. La intuïció d’aquest altre lloc, del lloc com han de ser les coses, o com desitgem que siguin, és una intuïció només possible a través de l’imaginari.


És a dir, les utopies de Callergues són la manifestació d’una energia que canalitza possibilitats en l’ordre simbòlic per mitjà d’una voluntat individual que moltes vegades es transforma en una voluntat col·lectiva. És una energia pròpia de l’artista, del somiador, del revolucionari. Però està present també de manera implícita en el nostre comportament quotidià, el que acaba per provocar sentiments d’empatia. L’obra de Joan Callergues sembla proposar-se l’apropiació d’aquesta energia per tal de convertir-la en un instrument de transformació reflexiva, mediador, objectiu i modificador, tant en termes individuals com col·lectius, reprenent així allò que semblava ser una meritòria operació de la ficció i re-descobrint la coherència íntima de la utopia.


Claire Bishop, en una conferència oferta el 2006 a la Tate Modern a propòsit de les utopies, declarava que en l’art dels noranta del segle passat havia existit un desplaçament en el concepte d’utopia: en lloc de buscar grans utopies, es tractava de crear «microtopies «que incidissin en àmbits més propers. Claire Bishop feia una crítica interessant a aquesta noció, doncs advertia que les «microtopies» podien convertir-se en una visió conformista del món, una visió molt de la mà amb la postmodernitat, ja que les persones en lloc de buscar canviar el món podrien acontentar-se amb realitzar petits canvis en el seu entorn més proper. Lluny d’aquesta visió, aquestes obres intenten crear un espai de reflexió i intercanvi, de posar sobre la taula el tema de les utopies rescatant el seu valor crític, d’obrir nous territoris a través de la configuració i l’intercanvi d’idees.

Quan pensem que tot està donat, no fem res per canviar i per tant, res canvia. En deixar fora a la utopia, deixem fora tota possibilitat de ser diferents.