En sociedades como las actuales, caracterizadas por la gran fluidez en la transferencia de la información, por el progresivo desvanecimiento del valor áureo de la obra de arte y por la omnipresencia de todo tipo de registros visuales y estéticos en todos los ámbitos vitales, es preciso repensar la función de las artes y, sobre todo la función de los centros de arte, que ya no pueden ni deben seguir viviendo de espaldas a estas realidades, anclados a los usos y valores propios de la aristocracia cultural para los que en su día fueron creados. Vivimos tiempos de cambios profundos en todas las dimensiones de nuestra vida en sociedad. Cada vez con más frecuencia nos encontramos ante situaciones caleidoscópicas, inmersos en prácticas que se configuran y reconfiguran a cada instante. Sin embargo, los imaginarios sobre los que descansa la educación artística siguen siendo aquellos que guiaron la educación de siglos pasados.
Por eso no encontramos ante el desafío de pensar en proyectos artísticos útiles para ser desarrollados en nuevos contextos sociales y culturales. Es preciso que nos pongamos a la tarea de difundir un arte que no sólo afecta a lo interior, anímico, privado, sino también a lo exterior, sensible y público.
Para ello, debemos desterrar de nuestro imaginario la idea de que el hecho artístico es una especie de partida que se juega a dos: artistas, por un lado, y espectadores, por otro, con la obra como objeto de transferencia y no como algo a ser construido entre todos.
Debemos de renunciar, además, a la creencia de que esta partida se juega sólo en el terreno de la exposición formal. El arte actual ha desbordado los límites tradicionales del museo y acontece hoy por todas partes. Los centros de arte ya no pueden seguir siendo considerados lugares de transmisión de grandes y viejos valores estéticos y en su lugar deben aspirar a convertir las artes en una oportunidad para la construcción de nuevos conocimientos. Su labor mediadora sólo puede tener sentido en la medida en que dé respuesta a los nuevos retos culturales que nos presentan las nuevas sociedades.
Las artes como oportunidad para aprender y configurar saber colectivamente, y los centros de arte, especialmente los de arte contemporáneo, como lugares favorecedores del encuentro cultural son los ejes sobre los que se articulan las reflexiones de estas conferencias. La idea del arte como acción colectiva no esnecesariamente una novedad, pero si puede serlo dar la relevancia que hoy tiene al hecho constatado de que las situaciones artísticas más significativas para quienes habitamos estos entornos culturales se producen fuera del medio museístico o académico, en general.
Durante el programa queremos ponernos a la tarea de repensar estas cuestiones. Pretendemos, con ello, iniciar en nuestro entorno un debate que esperamos vaya más allá del hecho puntual y concreto de la feria de arte contemporáneo y se convierta en una reflexión útil para esbozar algunas de las líneas sobre las que puede discurrir el futuro de la acción cultural.
Llotja del Cànem, 19h:
Martes 12 de mayo: Enrique Bocangelus: “El ideario marciano”
Miércoles 13 de mayo: Irene Gras Cruz: “Arte urbano”
Jueves 14 de mayo: Joan Feliu Franch: “Arte para todos”
Foto de Marte Feria Internacional de Arte Contemporáneo.