Todos vivimos limitados por los moldes impuestos por la sociedad, la educación y potencialmente por nuestro árbol genealógico, esto nos crea un falso actor al que llamamos Ego, un ser que no es más que una repetición del pasado familiar y cultural que es aparentemente invisible y que nuestro lado racional es incapaz de localizar ya que en apariencia nuestro reflejo siempre nos devuelve la misma imagen, este molde nos incapacita en la etapa adulta creando en nosotros losas como la insatisfacción, el miedo y el sufrimiento.
Somos tan infinitos como el Universo pero debemos ser conscientes y actuar para desconectar esa colección de terrores en los que el Ego nos sumerge, para ello necesitamor realizar un acto, enfrentarnos a los miedos y comenzar a cambiarnos, quizás sea una persona o en este caso una imagen, un dibujo, una obra
plástica que de manera invisible pulsen las teclas necesarias para dicha desconexión de los lastres personales. Cuando esto ocurre otro Yo, otra conciencia nace de nosotros, un Yo ilimitado en el que todas las posibilidades estan abiertas y es libre del pasado que nos agarra sin piedad y del futuro que nos atemoriza.
En nuestro agotador intento de racionalizar todo lo que no entendemos sobre todo aquellas circunstancias que nos eferman o afectan llegamos al callejón aparentemente sin salida que nuestro lado racional clasifica como fracaso aferrándonos a ideas ilusorias como la permanencia de nuestro propio cuerpo, la estabilidad y la seguridad en todos los frentes.


Entre un mar infinito de preguntas y angustias, quizás se llegue a una especie de “comprensión” pero sin un cambio de conciencia, sin un acto desactivador seguimos intuyendo sin realizar plenamente nuestro objetivo, sentiremos algo que jamás tendremos.
Las imágenes tienen el poder ancestral de los arquetipos, los mismos son reconocidos inmediatemente por nuestro lado irracional, por el lado más creativo y onírico. Una imagen al ser contemplada puede descargar la tormenta emocional necesaria para situarnos en un presente libre de repeticiones tóxicas y limitadas, nos libera de las cadenas del pasado y del futuro, recordándonos que lo importante es el presente absoluto, la alegría de vivir, nos enfrenta a los miedos que enterramos para poder soportar el peso de nuestra existencia, dentro del cascarón de nuestro cuerpo, nos obliga a dar un paso en el vacío liberándonos de miedos y deshaciendo nudos y bloqueos.
Por contra estos arquetipos no tienen porqué agitar nuestra alma, pueden también ser un poderoso alíado de nosotros mismos reforzando sensaciones, situaciones y experiencias sanadoras que nos recuerdan a las nuestras en el momento de actuar como observadores.
Toda obra artística es en sí misma es una meditación profunda y una potente terapia, un camino en el que la atención se centra en un objetivo actuando como un catalizador de vibraciones sanadoras, meditar es expandir los límites. ¿Quién se atreve a dar el paso en intentar arrojar luz a su conciencia? ¿Quién puede tener la valentía de mirar sus miedos y convertirlos en aliados para su propio beneficio? ¿Cómo una obra artística puede ayudar más allá del concepto simplista de algo meramente decorativo?

Lázaro Totem ha tenido que mirar sus fantasmas para para mostrarnos que el acto artístico sirve para apagar el fuego limitador angustioso temporal de nuestra irremediable existencia; al filo entre el significado y el vacío universal que invade nuestro ser y que siempre identificamos como una soledad insuperable, un dolor infinito.
¿Será un volver a nacer, origen o final? ¿Serán los arquetipos ocultos en la obra de Lázaro campos de batalla emocional convertidos en conciencia vertida hecha materia, que vuelve a su origen? En su mitología gráfica hablan las piedras, las raíces, los rostros, los elementos esenciales como el magma.
Autodescúbranse, les invito a observar esta obra como una herramienta de poder metafórica. Interactúen, háganse preguntas, dejan que les penetre en su individualidad como parte de un todo, liberen la imaginación y su consciencia y escuchen que les devuelve, un núcleo de energía que palpita cadente por entre los trazos luminosos de un artista que cayó y se alzó de nuevo mutado. Como todos, como Todo.
Puras formas simbólicas que nos recuerdan aquél día que por fin despertamos sin forma, sin vida quizá, emocionados dentro de la mente colectiva universal a la que pertenecemos.


Lázaro Totem es, como diría Alejandro Jodorowsky, el arcano del Loco, la libertad total cuyas infinitas posibililidades están aún por descubrir, alguien que desde su pasado genealógico trabaja en la sanadora tarea de comenzar a cambiar el mundo comenzando a cambiarse así mismo para después proyectar en todas las personas esta energía maravillosa y esta alegría de vivir cósmica.Los trazos metafóricos y arquetípicos de Lázaro Totem se expanden como un kuros moderno que camina por la estepa granítica repleta de rascacielos y submundos alternativos. Lázaro nos envuelve con su obra en un manto sistémico, perceptual y congénito. Lázaro colabora y lucha consigo mismo como Kafka lo hizo con el ilustrador de la portada de su Metamorfosis: el insecto no puede ser dibujado, más que en la mente…
No nos quedemos en la anécdota de la transformación en otros seres, como con el insecto. En Lázaro, no existe más remedio que afrontarlo, como se encara una curación irremediable, beneficiosa para nuestra vida y repleta de lenguajes invisibles.

https://www.youtube.com/watch?v=U8Fvt4w4A7s