1699466-AKFCGPKD-7Del 1 al 19 de septiembre, la sala Las Aulas cogerá la exposición del grupo Trafic d’Art.

La primera intención, al ver las obras de Amparo Domínguez y Jesús Llopis, es recurrir a las características del Pop. Pero no sé si estamos ante obras Pop. El crimen del Pop, del que Trafic d’Art son complices conscientes, fue ignorar la línea invisible que separa el arte de primera división del de las ligas regionales, acercándose al ideal de las vanguardias de disolver las fronteras entre el arte y la vida cotidiana. Es evidente que Trafic d’Art son una especie de popistas (término inventado por Andy Warhol, pero usado por el escritor de Melbourne Paul Taylor para crear un movimiento local australiano de la misma manera que el crítico italiano Achille Bonito Oliva había agrupado a un grupo heterogéneo de artistas bajo el título de Transvanguardia), pero no creo que estén preocupados por mantener el espíritu del Pop que Andy Warhol resumió cuando hablaba del ideal de la democracia asociada con una botella de Coca-Cola. El carácter democrático de pop resultó ser tan efímero, como las obras icónicas que ahora cambian de manos millones de dólares en una subasta.

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Trafic d’Art no es un anacronismo, es post-postmodernismo, es decir, están donde quiera que estemos hoy después de haber absorbido los problemas en el posmodernismo. El presente.

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Un post-postmodernismo que conlleva la obligación de mezclar fuentes e identidades como un hecho, no como una pregunta o problema. Vivir en la hibridez remezclada es, pues, obligatorio, no es una opción, ya que es la base de la participación en la vida, en la cultura en red, en la globalización. Un post-posmodernismo de abandono de supuestos, prejuicios y limitaciones, un abrazo a la contradicción, la ironía y la cultura de masas. Un post-posmodernismo de nostalgia y estilos retro, de reciclaje géneros anteriores y creación de estilos en nuevos contextos, de vivir en un presente perpetuo, en un cambio perpetuo. Son el presente, que no es poco.