Marte presenta en MIAU La curva del Olvido, un proyecto de Adrián Feliu.

 

La relación entre memoria y olvido es incuestionable. No podemos hablar de la memoria sin hablar del olvido. Olvidar no es malo. De hecho, es necesario y beneficioso. Imaginemos que pudiéramos recordar cada minuto y cada detalle de nuestra existencia. Seguramente sería insoportable y no resultaría efectivo cuando en algún momento quisiéramos recuperar una información concreta.
En realidad, lo que nos preocupa es olvidar cosas que consideramos importantes y que nos resultan útiles para nuestra vida cotidiana. En el mundo actual, y el ámbito cultural no es una excepción, la gestión política a largo plazo, argumentada en base a objetivos territoriales y estructurales, se ve truncada en demasiadas
ocasiones por la necesidad de atender cuestiones urgentes, perentorias y, normalmente de cariz político. Esas actuaciones sobrevenidas que terminan por interrumpir una labor más meditada (los técnicos de cultura deben atender una noticio coyuntural que precisa respuesta política inmediata y eso termina por ocupar todo el tiempo) generan mucha información que es olvidada rápidamente. Pongamos por ejemplo que la política cultural del Ayuntamiento de Castelló
desarrolla un programa de recuperación de la memoria histórica en base al estudio de distintos espacios de la ciudad, pero ese programa se ralentiza porque existe una denuncia judicial sobre el derribo de la Cruz de los Caídos del Parque Ribalta que consume gran parte del trabajo de la regiduría. Los medios atienden fundamentalmente la noticia puntual, obviando la importancia de un proyecto más global.
Nuestra memoria está llena de ejemplos de noticias sin importancia a largo plazo que son pronto olvidadas, pero que interrumpieron o aplazaron un avance social. No se trata necesariamente de fake news, sino simplemente de noticias que buscan un impacto en el momento sin generar espíritu crítico.
Olvidamos una información que, en realidad, nunca llegó a formar parte de la memoria a largo plazo. Es lo que ocurre cuando, en el momento de registrarla, no hemos prestado suficiente atención, bien porque algo nos ha distraído o porque la información que nos daban no nos interesaba o nos motivaba lo suficiente. Para que una información pueda registrarse adecuadamente, conviene asegurar que los sentidos y la atención estén bien activos.
Y a pesar de eso, el olvido genera un nuevo estado cerebral que es diferente del que existía antes de que ocurriera el aprendizaje o del que existe mientras aún se recuerda el comportamiento aprendido. En otras palabras, lo que se olvida no desaparece por completo y puede reactivarse con una especie de salto inicial.

En el año 1885 el psicólogo Hermann Ebbinghaus estudió sistemáticamente cómo vamos olvidando con el pasar del tiempo. La mayoría de las personas son conscientes de lo que sucede, por ese motivo repasamos la información que aspiramos archivar en la memoria, evitando que se borre con el tiempo, y desplazándose de esta manera por la curva del olvido. Ebbinghaus durante su estudio fue su propia muestra, determinando que a todos nos ocurre en mayor o
menor escala, pero de forma similar la pérdida de información, de esta manera definió lo que actualmente conocemos como la curva del olvido.
El psicólogo alemán realizó una serie de estudios, con él mismo como muestra experimental, donde trabajó desde la repetición hasta la memorización de series de sílabas que se repetían hasta su recuerdo, y posterior evaluación para determinar el nivel de retención durante el transcurso del tiempo sin efectuar el repaso del contenido. Con los resultados obtenidos en los experimentos de Ebbinghaus se diseño la curva del olvido, un gráfico que muestra cómo ante la memorización de un material específico el nivel de retención de la información aprendida disminuye de forma logarítmica al transcurrir el tiempo.
La curva del olvido se obtuvo restando el tiempo necesario para reaprender la lista al tiempo utilizando por primera vez para aprenderla. Adicionalmente, con esta curva se puede comparar el contenido que inicialmente se procesó con lo que se conserva la memoria. Si existe pérdida de material es debido al paso del tiempo y la desutilización de la información. Las conclusiones de los estudios y el análisis de la curva del olvido señalan que luego de la adquisición de la información, el nivel del contenido memorizado bajaba súbitamente en el primer momento, logrando desvanecerse de la consciencia más de la mitad del contenido aprendido en el transcurso del primer día. Posteriormente el material continúa desapareciendo, pero la cantidad de información olvidada en un determinado tiempo disminuye hasta llegar al momento en el que no se produce mayor pérdida.
Entre los aspectos más importantes que se obtienen de la curva del olvido es que en todo momento se necesita menor tiempo para reaprender un contenido que para aprenderlo desde el inicio, inclusive para las fracciones han desaparecido de la memoria. De esta manera, conjuntamente a otras investigaciones de especialistas en el área,se evidencia que en el proceso de olvido de la información no desaparece de la mente, sino que pasa a un nivel inconsciente donde con repaso y esfuerzo puede recuperarse.


Según la teoría del decaimiento de huella, la pérdida de información se debe principalmente al escaso uso dado a la información, por lo que la huella de memoria dejada en el organismo disminuye y desaparece con el transcurrir del tiempo. Desde el punto de vista biológico se considera que las estructuras neuronales terminan por perder los cambios que el aprendizaje produce en ellas, volviendo a un estado idéntico al anterior del aprendizaje. Los estudios indican que la afección se produce en la memoria a corto plazo, aunque si la información logra pasar a la memoria a largo plazo esta será duradera. Pero si no resulta
accesible algo almacenado en la memoria a largo plazo, el problema recae esencialmente en la recuperación de la información. Aunque esta teoría es criticada porque no considera distintos factores, como es el caso que surja nuevo material que obstaculice el acceso a la información, y que, igualmente, existen otras
variables que intervienen en la capacidad de la memoria, como el significado emocional de la información procesada o la cantidad del material a recordar, resulta especialmente útil para investigar la acumulación de noticias que no nos deja entender el todo. De hecho, es cierto que la teoría de la decadencia de la huella no es capaz de explicar el proceso del olvido, ya que, considerando que el ser humano está continuamente aprendiendo nuevas cosas, no toma en cuenta las dificultades que ocasiona el solapamiento de nuevos o viejos conocimientos con el contenido aprendido. De esta manera surgieron las teorías de la interferencia, que indican que se pierde la información porque otras informaciones obstaculizan su acceso. Este obstáculo puede aparecer de forma proactiva o retroactiva. Para el caso de la interferencia proactiva, un aprendizaje previo complica la adquisición de otro. Con respecto a la interferencia retroactiva, es capaz de producir la presencia de un nuevo conocimiento que solapa el contenido a recordar. No obstante, aprender algo nuevo hace que sea difícil recordar lo anterior, explicando como la pérdida de información se da en la curva del olvido.
En nuestra investigación se recopilarán noticias de carácter cultural, político, social, religioso, etc. El resultado será una serie de muestras impresas, que se quemarán permitiendo su lectura y serán encapsuladas en metacrilato, como ejemplo visual y de impacto estético. Ordenadas de manera aleatoria, colgando de una cuerda que permita así la visión de las noticias por ambos lados.