Primer principio:

Las personas crean arte porque quieren perdurar.

Escribir un libro, plantar un árbol o tener un hijo, las tres cosas que tradicionalmente debe uno hacer antes de morir, no son más que legados para ser recordados, para dejar nuestra huella en nuestro entorno. Y lo que es aplicable individualmente, lo es también colectivamente, así que como sociedad, también queremos dejar constancia de nuestra cultura, nuestros valores o nuestro comportamiento. Somos instantes, como decía el poeta, pero queremos ser instantes recordados.

Segundo principio:

Ver arte nos hace felices.

Hacer que otros aprecien y disfruten de lo mismo que queremos, nos gusta, nos hace felices, y esa es la razón por la que queremos que el arte que valoramos sea valorado también por otros. Arte para ser felices, creemos que no hay mejor justificación.

Tercer principio:

El arte es responsabilidad de todos.

Creemos en que el arte que nos interesa es el de la gente, y creemos que el arte debe servir para facilitar que la gente tenga libertad de elegir la evolución de su propia cultura, sin generar una pseudocultura intelectualoide sin respaldo, condenada a ser ridiculizada, o al menos incomprendida, creemos en un futuro libre del snobismo actual, pero que quede claro, sin renunciar a la calidad, la genialidad y el inconformismo.

Cuarto principio:

No se puede separar el arte contemporáneo de la cultura histórica ni de la historia de la cultura.

Hacer arte contemporáneo significa no sólo inventar nuevas formas sino, especialmente, difundir las ya descubiertas, socializarlas y convertirlas en acciones vitales, en formas de coordinación de actuaciones sociales. Que la sociedad conozca su cultura es mucho más importante que difundir nuevas culturas.

Quinto principio:

El arte contemporáneo debe hacerse desde la contemporaneidad (obviamente).

No podemos ser anacrónicos en nuestra propia época. Es imposible en la creación artística expresar la modernidad más desarrollada y atrevida sino actuamos con completa autonomía histórica. Conocer nuestra historia es esencial, pero ese mismo conocimiento no nos debe anclar en ella.

Sexto principio:

Crear arte es un acto intelectual y social.

No existe una cultura en general, existen diversas culturas o concepciones del mundo, y siempre se hace una elección entre ellas. He aquí la gran brecha existente entre los artistas y la sociedad que no alcanza a comprender la importancia de lo que hacen y por tanto no valora realmente una concepción cultural que en realidad no sienten suya.

Séptimo principio:

La praxis artística no puede dejar de ser en principio polémica y crítica, como ejemplo de superación del modo de pensar.

No se trata de introducir una cultura nueva, sino de hacer crítica de la que tenemos. El pueblo tiende a pensar que si tanta gente piensa igual, no pueden estar equivocados. Los artistas no.

Octavo principio:

No existe un arte conceptual disociado del material ni un arte material digno de ser valorado si no es por su valor inmaterial.

Los elementos culturales lo son en tanto existe una forma y un valor atribuido. La forma puede ser física y por tanto medible, pero también puede ser cualitativa, como el andar, el estar sano o el oír música. Sin embargo, esta forma por sí misma adquiere cualidad cultural cuando va unida al valor que nosotros le atribuimos.

Noveno principio:

El arte no debe considerarse por su forma o en su representación, sino por su valor, y el valor de su forma y representación es la razón por la cual es arte.

La concepción del arte como algo poseedor de un valor intrínseco representa una visión esencialista; es decir, el valor se considera como una propiedad esencial (que hace ser al bien u objeto) y no como una propiedad accidental o contingente (que puede o no tener el bien u objeto). El arte no tiene valor por ser tal, sino que lo es precisamente por tener valor.

Décimo principio:

El arte tiene un valor múltiple y variable.

La forma o el acto que constituyen el arte pueden tener diversidad de valores pues son diversas las aproximaciones para su conocimiento. La importancia, calidad o cantidad de valores que nosotros le demos a una forma o acto es directamente proporcional a la necesidad de ser visto y disfrutado.

Decimoprimer principio:

La difusión del arte, su conocimiento, es un fin principal de la creación artística.

Todo arte, sea material o inmaterial, existe porque está en nuestra mente. Es por tanto, su percepción el valor que hay que considerar. No es posible que nada tenga una existencia fuera de las mentes o seres pensantes que las perciben. Atribuir al arte una existencia independiente de la valoración que un ser humano haga de él es una abstracción ininteligible.

Duodécimo principio:

Todo el mundo merece y puede comprender y disfrutar del arte.

El arte debe tratar de conseguir una unidad entre nuestro pensar y actuar, y nuestro sentir. Y no se trata de encubrir la diferencia sino de tratar de que el objetivo esencial de nuestro sentir sea también el objetivo esencial de nuestro pensar.